Everlasting Sight

Igrin se arrebujó en su capa, tiritando, castañeteando sus dientes. Apretó, además, más fuerte su brazo contra la herida. Finalmente estornudó.

Dariel era un grandísimo hijo de puta. Además de un capullo… Maldita sea, todo era culpa de aquella estúpida niña. ¿Cómo se llamaba…?

Se asomó un momento, con cuidado, por encima del tejado. Llevaba ya algunas horas ahí, después de que algunos soldados intentaran perseguirlo sin éxito, y tampoco desde la calle lo habían visto. No podía quejarse.

Ya pocas personas quedaban en la ciudad. Solo encapuchados caminaban por aquella zona, y algunos borrachos que parecían haberse perdido. Todo era misteriosamente tranquilo y silencioso, salvo por el tipo que caminaba envuelto en una capa, medio cojeando, casi corriendo…

-¿Dariel?

-¡Igrin! –El tipo respondió en un susurro.- ¿Dónde estás?

Dudó. Ese imbécil le había dado duro, y su ropa había quedado hecha una porquería…

-Joder, ¡me duele la pierna! Ya que te haces notar, al menos que podamos hablar como personas civilizadas. No vengo aquí a pelear ni estoy en condiciones para ello.

Cierto. Y él sí tenía su cimitarra.

Bajó de un salto, acomodándose bien la capa para tapar la herida, y apoyándose en su orgullo.

-¿Qué quieres?

-Explicarte…

-Joder, ¿ya empiezas con el mariconeo?

-No es eso… Yo me propuse no entregarte porque eres amigo de Arti, pero por otra parte está mi deber como guardia… Tengo un puesto que cuidar, y una imagen, y eso. Ya me entiendes.

-No, pero bueno. ¿Solo vienes a hacerme perder el tiempo?

El tuerto miró a su alrededor. Las calles, a esa altura, estaban sumidas en la más impenetrable oscuridad.

-Vengo a terminar de arte las instrucciones. Si no te hubieran visto, nos hubiésemos encontrado en ese callejón en vez de pelear… Pero bueno, si no te interesa, me voy.

-Dariel…

-No, no me preguntes, Igrin. Por más que insistas ahora que ha saltado tu curiosidad, no pienso decirte nada.

-Dariel…

-¡De verdad! ¡No seas violento, por favor! ¡No puedo decirte nada, por mucho que quiera, porque debo respetar tus deseos, ya que igual tienes algo de humano…! ¡Ay!

-¿Te callas de una puta vez?

-Vale, vale… -Dariel sonrió, mientras sobaba con la mano abierta la mejilla que Igrin acababa de golpear con el puño.

-Bien, ahora dime qué idea era esa que tenías para que pueda irme yo a un lugar mejor también. Tengo dolor de estómago, por si no lo sabes.

-Ehem, bien, bien… –El guardia reprimió una carajada.- Tus cosas están en casa de una de mis amigas, la misma que me ha ayudado a seguir caminando, si me apuras, y a seguir teniendo posibilidades de ser padre…

-Por el bien de la naturaleza, espero que eso nunca suceda.

-…Pues, ella vive siguiendo la carretera por la salida de esta zona de la ciudad. Es la única casa en varias millas, así que no tiene pérdida. Podrás quedarte allí durante algunos días, hasta que las búsquedas se alejen un poco. Yo tendré que quedarme en el cuartel mientras me “recupero”.

-Y ahora te hago dos preguntas más: ¿cómo rayos estás tan bien si estoy seguro de que la pierna podrías haberla perdido? Quiero decir, no me gusta cortar a lo tonto… Y lo otro, ¿a qué viene tanta amabilidad? No me creo que sea solo cosa de Arti.

-¿Tienes idea de la cantidad de magos que hay aquí? De hecho, mis amigas son hechiceras… o algo por el estilo… En fin, de hecho, este es el barrio de los magos, aquí se juntan todos los hechiceros, con sus escuelas y sus cosas… -Dariel inspiró profundamente y luego espiró, mientras sacudía un poco las manos.- Lo otro es porque me caes bien. No realmente bien, pero al menos me he entretenido, a pesar de haber quedado un poco maltrecho.

Igrin guardó silencio. Oteó nuevamente a su alrededor, y luego desenvainó su cimitarra, poniéndola al cuello de su contertuliano.

-A mí no me has caído nada bien, y estoy dudando si matarte o no. Supongo que no lo haré, porque quiero leer un libro… pero solo si te das prisa y te largas, y no te vuelvo a ver en lo que me quede de vida.

Dariel asintió con la cabeza levemente.

-Y, si ves a aquel marinero, dile que… el color azul es una mierda. Y que se busque una chiquilla, o un chiquillo, o lo que quiera.

-¿Algo más, señor?

-Que no te hagas el gracioso… y me digas como se llamaba la niña esa.

-¿Quién?

-La mujerzuela por la que me buscan. La puta esa.

-Mirna aep Nirren.

-Gracias.
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Dedicado a Wallace, porque rulea mucho; a Mits, porque es genial y a quien entienda a los personajes.