20.1.08

17

-Igrin.

El aludido se desperezó lentamente, estirando los brazos y las manos hacia delante todo lo que le era posible. Inconscientemente estuvo a punto de sacar sus garras, pero se contuvo a tiempo. Luego se giró hacia quién lo llamaba.

-¿Qué pasa, Kin’rina?

-Nada, solo quería que despertaras.

El chico gruñó, molesto. Si había algo que odiara era que lo despertasen después de un ejercicio.

Comenzó a buscar sus ropas, pues no recordaba qué había hecho con ellas el día anterior. Se sorprendió un poco al ver sus pantalones varios metros más allá de donde habían yacido él y la druidesa; bastante poco.

-¿Puedo preguntarte qué clase de magia usaste? –Le preguntó a Kin’rina mientras se vestía.- Quiero decir, jamás… jamás en mi vida había tenido una experiencia así con una mujer. Fue alucinante.

-Yo no uso magia. Todo lo que hago proviene de la naturaleza, ya sea la mía o la que me rodea.

Igrin se giró de golpe, sorprendido, con los pantalones a la altura de las rodillas.

-¿De qué raza eres?

-Mi madre era una ninfa que vivía en otro bosque, en nada similar a este. Mi padre era un raelhi’ni al que exiliaron de su clan. Yo nací de una única noche de pasión, y como mi sangre no fue pura, mi madre se encargó de hacerme llegar hasta mi padre cuando nací.

-No te pregunté por tu vida, te pregunté qué era y punto. –Kin’rina suspiró, clamando por paciencia, mientras el chico se terminaba de vestir.- Así que semininfa… ¿Y cómo es que no te paseas en pelotas por el bosque?

Se miraron. Ella descubrió la infinidad de cicatrices que cubrían el pecho de él, él descubrió que el cuerpo de ella era más pálido que su cara, y que su cabellera pelirroja, una vez suelta, llegaba a rozar su trasero.

-Me he acostumbrado a usar ropa. Es más sencillo tratar con la gente así.

Ella se vistió también, y debajo de su túnica verde aparecieron las armas de los dos.

Las miraron unos instantes, en silencio, meditando. Finalmente fue Igrin quien habló.

-Alguien me dijo que debía encontrar a una mujer en el bosque… -Ella lo miró mientras se acomodaba los paños con loa que cubría sus partes pudendas bajo la túnica.- Me dijo que iba con su hermano, pero… ¿Es posible que seas tú?

-Depende. ¿Cómo se llama su hermano?

-No tengo ni la más remota idea.

-Fantástico. –El sarcasmo era casi palpable.- De todos modos, me temo que no podrá ser. Yo no tengo relación con nadie de fuera del bosque si no ha venido antes aquí. Y con hombres… Pasan mucho por aquí, y ninguno se queda, y algunos sería preferible que ni siquiera llegaran a pasar.

Igrin supo que se refería a él, así que se acercó a las armas y recogió su daga y su cimitarra.

-Vamos a jugar a un juego –dijo ella, recogiendo su propia espada.- El juego consiste en que tú te vas del bosque hoy, y sin lastimar ni un arbusto ni una flor ni un árbol con tus armas o tus manos, y si no yo te mato antes de que puedas dar otro paso.

-¿Cómo debo tomarme eso? Estás siendo condescendiente conmigo.

-Quiero comprobar si vale la pena haberme acostado contigo en vez de con otro que está por el linde norte del bosque. Además, ese otro es más guapo.

-No sabía que eras tan puta.

-Ni yo que fueras tan malhablado, pero ni que me importara. –Kin’rina guardó su espada en una larga funda de madera, pasó una mano sobre ella, y ésta se transformó en un bastón.

- Ahora, vamos.

La druidesa desapareció dentro de un árbol a su espalda sin dejar huellas. Igrin esperó unos segundos, intentando detectar su rastro, pero fue inútil, y finalmente echó a correr.

De día el bosque se veía mucho mejor que de noche, a pesar de su frondosidad, pero a Igrin seguía pareciéndole repugnante del verde de sus hojas, similar para él al del vómito; el pardo de los troncos, que comparaba con cadáveres, y el gris de la tierra, que asociaba indefectiblemente a la muerte. Los rayos de sol que se colaban eran, desde su punto de vista, un adorno vulgar, y las flores desprendían tantas fragancias tan distintas que le producían dolor de cabeza.

Corrió y corrió, sin pensar siquiera en detenerse. Cuando algo se interponía en su camino se sentía tentado de echar mano de sus armas, pero finalmente desistía y vadeaba o saltaba el obstáculo. Al cierto momento se detuvo, cogió un puñado de bayas que juzgó comestibles, y se las echó a la boca antes de seguir su camino.

Tenía hambre. No había desayunado.

Cuando al fin sintió que las piernas le dolían no se detuvo, sino simplemente se dejó caer de bruces al suelo. Calculó mentalmente la hora: aproximadamente mediodía. Intentó averiguar cuánto tardaría en salir del bosque, pero le fue imposible. Solo podía estimar que serían unas horas, pues había corrido y por las palabras de Kin’rina no podía ser más de un día de viaje.

Kin’rina. Tenía que estar allí, en alguna parte.

-¡Kin’rina! –la llamó.- ¡Sal de una maldita vez!

-Vaya, vaya… ¿Te has perdido, acaso? –Oyó la voz de la mujer entre las ramas, pero no la vio.- Lo siento muchísimo, pero no voy a ayudarte. Si creyera en algún dios es posible que mi religión me lo prohibiera, pero no es el caso, así que confieso que no me siento de humor.

Tanto sarcasmo junto lo hizo esbozar una sonrisa de forma inconsciente. Resultaba increíble que alguien de esa naturaleza pudiera comportarse como un verdadero demonio.

Dejó de notar su presencia y, aun cansado, adaptó su otra forma. Se sintió más relajado así. Y descubrió que para salir del bosque faltaba poco.

Siguió avanzando, esta vez con más facilidad. Se preguntó por qué no había hecho esto antes, y recordó que ella no quería que estuviera bajo una forma que no fuese humana si podía evitarlo. Y el dolor, por supuesto. También estaba el asunto del dolor.

Siguió corriendo. Ahora sabía donde estaba ella, pero no le importaba. Faltaba poco para salir.

Saltó un arbusto, esquivó un árbol, rodeó una roca, saltó un charco, vadeó el lodo que cubría parte del camino, se sacudió el barro con el que quedó manchado, y dio los últimos pasos hacia el linde del bosque.

Se detuvo al notar que ella estaba detrás de él, de forma corpórea. Se giró un momento a mirarla.

-Bien hecho –lo felicitó Kin’rina.- Se ve que cuando dejas de ser humano te vuelve un poco más sensible hacia las cosas que te rodean. Eso es bueno para ti.

Gruñó para sus adentros, molesto por una perorata tan cursi y tan aburrida.

-Ahora lárgate antes de que se te pase el tiempo y tenga que pegarte un tajo y sacarte el otro ojo.

Eso sí le gustaba más, así que como señal de despedida le mostró los dientes de forma amenazadora, y luego siguió su camino sin pensar más en ella.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Ya salió del bosque? ¿Tan pronto? Jo, pues sí que te gusta andar metiendo y sacando personajes, hija. Se va a cruzar con todos los que has inventado hasta el momento.

Y, bueno, como siempre, está fantástico, aunque ya sabes lo que opino yo de que la gente sea tan sumamente frívola. ¿Crees que aparecerá alguna mujer con la que no se acueste?

Y, bueno, creo que eso es todo. Date prisa, que quiero ver quién es el siguiente personaje secuestrado para salir en la historia :p.

Besos.

Mital dijo...

¡Ey! ¡Que con Mithrael y Erie no hizo nada! Y ésta vez no fue que él quisiera, fue que Rina quiso...

En serio, adoro a Rina n.n

Anónimo dijo...

No se porqué, pero Igrin me ha recordado mucho a un Gangrel en este capítulo. No está mal, aunque ya no recordaba la historia de Rina.

Sigue así, a ver los personajes que sacas.