Everlasting Sight

-Háblame de ti.

-¿Para qué?

-Está bien…

Caminaban.

-¿Querrás hablar de algo?

-No.

-Ajá…

Al fin Igrin se sentía más cómodo: tenía sus ropas nuevas, había vendado sus heridas y se había lavado… Aunque sentía, una vez más, que necesitaba un buen afeitado. ¿Cómo se las arreglaba Alem para que no le saliera barba?

-Soy lampiño.

-¿Qué?

-Tú preguntaste, ¿no?

-Yo no he dicho nada.

-Ah, entonces supongo que lo oí de alguna otra forma…

Estúpidos magos.

-Pero Erie te habló de mí, y ella es hechicera.

-¿¡Quieres dejar de hacer eso!?

-No es mi culpa. Piensas con mucha fuerza, así que es fácil detectar el hilo.

-Que yo sepa no se puede leer el pensamiento sin usar algún hechizo, así que deja de hacerlo de una puta vez o te parto la boca.

-¿No acordamos ya algo sobre golpear? Estás en deuda conmigo. Por tres cosas distintas, además.

-Bah.

Siguieron caminando. Igrin llevaba su bolsa al hombro y los puños apretados. Alempheius Seguía caminando bastante tranquilo, sin equipaje a la vista y cargando alegremente un libro y su bastón de mago.

-No entiendo –dijo entonces Igrin.- Si Tienes una capa lunar para guardar tus cosas, ¿por qué llevas ese libro en la mano? ¿Y el bastón?

-Pensé que sabías más sobre magos. Qué decepción. –Alem suspiró, burlándose. Igrin intentó no hacerle caso.- El bastón es un distintivo, y mi libro es de estudio.

-Entonces sí sigues estudiando…

-Por supuesto, ¿Por qué iba a no hacerlo?

-Porque dejaste a tu maestra.

-No, no dejé a mi maestra. Dejé a una persona que entorpecía mi avance como aprendiz, una persona incapaz de ayudarme a completar mi formación, una persona que a duras penas me dejaba vivir mi propia vida en un momento en que lo necesitaba más que nunca porque dependía de mí y me ahogaba. Me deshice de un lastre.

-Eres un hijo de puta…

-Tú no tienes ni idea, y ni siquiera entiendo por qué defender tanto a alguien a quien apenas conoces, alguien como estás demostrando ser tú. Es decir, si le pegas al primero que se te cruza, ¿qué diferencia hay entre una invocadora y un hechicero como yo?

-Piensa que te he pegado, que no matado.

-El hecho es el golpe, así que no estás negando nada de lo que he dicho. Responde.

¿Qué coño iba a responder? ¿Desde cuándo se metía él en esa clase de conversaciones? ¿Por qué seguía aguantando a ese maldito hechicero que le resultaba tan desagradable? ¿Por qué mierdas se preguntaba tantas cosas antes de responder?

-¿Y yo qué sé? ¿Importa acaso? Quizá me cayó bien, no tengo ni puta idea y tampoco me importa. Ni te importa a ti.

-No, pero me resulta fascinante la mentalidad hum… Bueno, no humana. La mentalidad humana es tema aparte, aunque de todos modos no estoy seguro de que unos y otros piensen de forma tan diferente.

-¿Ah?

-Sí, al final todos tienen ideas despreciables en ciertos momentos de su existencia, egoístas…

-Sí, sí, deja tu discurso para otro. ¿No tienes anda interesante que decir, como confesar que eres una mierda de persona frustrada? Tienes vocación de… De… Yo que sé; da igual.

Alempheius se rió. Igrin comenzó a soltar y apretar los puños de forma alternativa.

-Sí, fascinante. –Repitió el mago.- Eres divertido.

-Que te jodan, niñato de mierda.

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Ahora Mary se quejará de que es muy corto, pero al menos he escrito... Y quiero acabar ya. Esto no me gusta.