19.10.08

33

No podía parar de vomitar. De hecho, su propia comida rechazada era lo que lo había despertado, y desde entonces no había parado de regurgitar, comida, jugos y hasta sangre. En los intervalos entre espasmo y espasmo había intentado mirar a su alrededor, pero el sudor le impedía abrir bien los ojos, y el mareo no lo dejaba concentrarse. Por suerte para él su consciencia decidió desvanecerse al cabo de unos minutos, menos de una hora después.

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Por el olor supo que estaba con una mujer. Por el olor supo, también, que no le gustaría acostarse con ella. No era una esencia muy agradable, que sugiriera limpieza ni nada por el estilo. Olía a sudor, a estiércol, a polvo y a descomposición. Sintió que su estómago se revolvía de asco y, a la vez, clamaba por un poco de paz.

No recordaba sus episodios de vomitar lo poco que ingería, que lo hacían ingerir, para que no muriera de inanición. Todo estaba oculto tras la espesa capa de la fiebre.

Abrió los ojos de golpe y los volvió a cerrar de inmediato. La luz, más fuerte de lo que él pensaba que sería, lo golpeó con fuerza. Pero aquella mujer lo estaba tocando, y la impresión olfativa que tenía de ella no le gustaba en absoluto. Volvió a abrir los ojos lentamente para poder mirarla, y se encontró de frente con los de ella.

Podría haber sido bonita de haber estado arreglada, aseada, y no con ese aspecto de pordiosera. Podría haber sido muy bonita. Incluso podría haberle gustado.

La verdad es que le daba asco.

-Lo mejor es que sigas durmiendo. Llevas dos días vomitando todo lo que comes, y lo que no comes también. Y no tenemos dinero para pagar a un médico tampoco, así que será mejor que cooperes.

Habría contestado de no haber sentido la boca llena de llagas.

-Bébete esto. Calmará el ardor y te refrescará la garganta. Pero procura no volver a echarlo después.

Quería levantarse e irse. Necesitaba salir de ahí. Angren, su alma y su cuerpo se lo pedían. Pero se sentía incapaz de mover un solo músculo.

Se tomó lo que la mujer le daba según ella se lo fue echando en la boca, inclinando en recipiente que lo contenía. Era una pasta sin olor y de color raro.

-Es mejor que no tomar nada -siguió hablando ella.

La pasta se acabó. La mujer apartó el cuenco de su rostro y limpió con un trapo lo que había salpicado. Mantenía la vista perdida en algún punto, aparentemente, en el interior de sí misma. Resultaba exasperante.

-¡Menadra! ¡Ven a ayudar con la cocina!

Sin poder discernir muy bien cómo, supo que Menadra era ella. Quizá por la expresión de su rostro. O porque cambió su punto de mira. O porque apretó las manos, y el paño con ellas.

La mujer permaneció estática, en silencio. Él la observaba mientras luchaba contra el sueño.

Ahora sabía que la principal fuente de luz y calor del cuartucho era un candelabro de cuatro brazos.

Cuatro.

Apartó la idea.

-¡Menadra! ¡Ven aquí de una vez, niña!

La vio levantarse lentamente, con desgana, con ese rostro tan inexpresivo mutando, de pronto y sin razón, en una sonrisa de labios curvados. La vio dirigirse a la puerta, detenerse antes de abrir, y girarse hacia él para mirarlo.

-El señor dijo que te llamabas Igrin y que cuidáramos de ti. Ahora duérmete.

Obedeció sin quererlo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Wow. Igrin malito. Increíble O_O

VAle, lo reconozco, me ha dado un poco de pena...pero sólo un poco, tan poco tan poco que no puede contarse como tal > <

Bueno, la tal Menadra tiene pinta de acabar mal...pobre muchahcha, aunque así a lo pronto no me cae mal...mi odio se concentra en Igrin. ¡Le patearán de nuevo! > <

Bueno, Mittie, no se me ocurre nada más...(golpeale de mi parte, anda^^)

¡¡¡Sigue pronto!!!

Besos.

Anónimo dijo...

Lo que pasa es que no se ha resfriado, y no se puede desmentir el refrán de que los tontos nunca se resfrían.

Pero... menuda ostia le debe haber dado para hacerle echar tantas papillas... Si es que... La gente no se controla cuando pega a otros <.<

Y la chica... también me da pena, acabará mal...

Tengo ganas de leer lo que sigue.