Everlasting Sight

Erie se sentó a los pies de la cama. Igrin la miró con gesto hosco, y luego se llevó la mano al vendaje que cubría su hombro.

-¿Cuál es vuestro jodido problema? –preguntó el chico, sin haber en su voz ni rastro de enfado.

-Vengo a pedirte disculpas en mi nombre y en el de Mithrael –respondió ella, sin hacerle caso.- Hay cosas sobre ti que necesitamos saber.

Igrin guardó silencio, pensativo. Reprimió un escalofrío.

-¿El qué?

-Todo. Cómo conseguiste a Angren, como lo has mantenido, cómo llegaste, como piensas llegar, de dónde vienes y adónde vas.

-¿Quieres empezar por el final? Qué mujer más rara.

Erie sonrió con cansancio y suspiró. Luego juntó las manos sobre su regazo y lo miró, expectante.

Igrin guardó silencio otra vez, apartando la vista. Tenía vagos recuerdos de una conversación parecida, pero no estaba seguro de ello, como tampoco lo estaba de querer comprobarlo. Decidió hacer un intento, de todos modos.

-¿Sabes quién me envía?

-¡Claro! Y Mithrael también. –Igrin esperó a que ella continuara.- Tú estás con… bueno, tiene muchos nombres. Hay quien la llama Quang, Mit la conoció como Xie-Lan, y para ti es Ishnaia.

-Solo Ishnaia. No es nada más. –Igrin cerró el ojo.

-¿Y bien?

-¿Qué soy?

-Un aether, un híbrido… semiser artificial. Y, además, mal hecho.

-Gracias.

-Lo lamento.

Guardaron silencio otra vez. Mitsedraefel tosió.

-Como estoy mal hecho, ella tiene que gastar mucha magia para mantenerme. Lo hace porque me quiere, lo sé, aunque no quiere demostrarlo. Además de que la ayudo. El caso es que… ella está mal. Necesita una fuente para recuperarse, porque, bueno, ella se alimenta de magia, ¿no? Es inevitable. Y me pidió que lo fuera a buscar.

-¿Desde dónde?

-No puedo decirlo, me mataría.

-Sigue.

-Viajé… meses. Dos o tres, creo, por una ruta distinta a la que estoy haciendo ahora. Después de todo, antes tenía dinero. Llegué a Zu, fui al santuario… Llegué en invierno.

-Aún no llega la primavera, no te preocupes.

-Pedí asilo. Los clérigos no me reconocieron, pero yo no recordaba que tenía un hermano allí. Supongo que ella tampoco.

-Soñar no hace daño a nadie.

-Hablamos largo y tendido… Me preguntó cómo era posible que yo estuviera vivo, que quién había hecho tal monstruosidad conmigo… ¡Ja! ¡Me alegro de estar vivo! Si estuviera muerto habría tantas cosas que me perdería…

-Muerto…

-Así que le dije que tenía una misión de vital importancia, le pedí que me ayudara. Él me preguntó qué era, pero le pedí que confiara en mí… ¡Y lo hizo! Conseguí que me abriera el Salón del Agua y… no sé, me dieron ganas de llevarme tantas cosas, los libros, que sé que le encantarían… Pero no. Busqué a Angren, y lo puse todo patas arriba. No creo que lo hayan ordenado, de todos modos. Habrán tenido mucho trabajo con el entierro de mi hermano para eso.

-¿Hermano?

-Cuando salí, el hijo de puta mortal ese había llamado a su mantícora y fueron los dos a por mí… No sé cómo me las arreglé para pelear contra los dos, pero me arrancaron mi ojo… Y yo no podía morir, porque ella entonces me destruiría… Eso no… no…

-¿Igrin?

-No…

Erie ladeó la cabeza, extrañada. Igrin tenía los ojos fijos, congelados, y apretaba las mantas con las manos. Una sonrisa extraña daba un aspecto aterrador a su rostro.

-Maté a la mantícora primero, con mi otro cuerpo, después de que ella casi me rajara el estómago y me quitara a Angren para dárselo a mi hermano. Y él no me lo quería dar, a pesar de que yo lo había cogido primero y que se lo pedí amablemente… Y Angren me estaba llamando. Yo lo sabía, lo estaba oyendo, ¡me estaba gritando! Casi me volví loco, pero logré controlarlo… Y maté a mi hermano, e hice lo que me estaba diciendo. Ya que no tenía ojo, lo puse en su lugar y… ¿Sabes qué es lo más divertido? Que puedo ver.

Erie lo miró, asombrada. Sus ojos oscuros estaban impresionados y asustados, pero el ojo verde de Igrin no estaba pendiente de ella. El chico miraba la ventana, a través de ella, pero con la conciencia perdida en algún punto ajeno al mundo físico que lo rodeaba.

-Mastate a tu hermano –Recapituló la mujer.- Eso es horrible.

-Él iba a matarme a mí. Tiene sentido, ¿no?

-No.

Igrin suspiró y volvió a mirarla. Ambos presentaban semblantes tranquilos.

-¿Por qué Mita… Mithrael no ha venido?

-Estaba cansada, así que se ha quedado en su cuarto.

-¿Por qué te caigo mal?

-Por… él.

-¿Por qué le caigo mal a ella?

-Porque Xie-Lan arruinó su vida, y porque deberías estar muerto.

Guardaron silencio otra vez. Igrin sacó las piernas de la cama y se estiró perezosamente.

-¿Por qué me has hecho preguntas tan infantiles?

Él no contestó, solo se encogió de hombros y salió de la habitación.