Mithrael estaba sentada en una mecedora cuando Igrin entró en su cuarto. La madera de la silla rechinaba al tambalearse, un sonido familiar a la vez que enervante para él. Ella lo miró de reojo cuando entró, pero no se dignó a atenderlo más allá de eso. El tuerto se sentó.

-Ya hablé con Mitsedraefel.

-Erie. Su nombre es muy largo y es cansino hasta de escuchar.

-Suena mejor decir “buena suerte” que “pequeña”.

-Quizá, pero todo el mundo la llama así. Incluso ese… ese indeseable de Zemath la llamaba así.

La embarazada esperó en silencio el efecto de sus palabras.

-Conozco ese nombre –murmuró al fin el chico.- De hecho, también te conozco a ti. ¿Por qué?

-Es… largo y aburrido de explicar, y tampoco me siento animada a decirle nada a un perro como tú.

-No soy un perro.

-Cierto, eso sería una ofensa para la pobre Mary. Menos mal que no me oye.

La peliazul se echó a reír por su propia gracia ya que nadie más la comprendía, mientras Igrin buscaba un lugar donde sentarse, que finalmente fue el suelo. Una vez apoyado, con cuidado, se quitó el parche con el que cubría su ojo, dejando a la vista la gema. Mithrael se giró de improviso y se aferró con fuerza a la silla.

-¿Por qué has hecho eso?

-Quiero probar… ¿Por qué eres azul?

-Azul blanquecino, para ser exactos. Es como el agua, o como el hielo. Cosa de Lebda, supongo. –La mujer suspiró.- Tú… blanco, casi transparente. Otra prueba de que más te valdría estar muerto.

-Qué manía con el temita… Tu hijo es… ¿Verde? ¿Rojo? Rayos, no cambia mucho.

-Cuando cumpla nueve años se definirá. Y será niña.

-¿Cómo lo sabes?

-Lo sé.

Guardaron silencio. Igrin volvió a taparse el ojo.

-No entiendo para qué puede servir ver las almas de la gente –murmuró al fin.- No tiene sentido, utilidad…

-Oh, pero sí que lo tiene –Mithrael sonrió.- Esa… guarra lo entenderá mejor que un bichejo como tú.

Intercambiaron una mirada amenazante, cargada de odio y desprecio mutuo.

-Me habéis bloqueado. No puedo controlarme en este sitio.

-Por supuesto. Nunca daría libertad a un enemigo.

-¿Y por qué soy tu enemigo?

-Pregúntaselo a la maestra.

-¿A Ishnaia?

-Xie Lan-Fang en mi presencia –impuso la mujer.- No la llames de ninguna otra forma en mi presencia, a lo sumo Xie-Lan.

-¿Y eso qué más da?

-Importa. El día que sepa cómo se llama esa… esa zorra… Va a saber a quienes molestar. Y a quién endemoniar, y con quién experimentar. Que se dedique a cadáveres como tú, y no ha personas vivas, a niños…

-¡Ya basta! ¡Ella es perfecta, y ningún demonio como tú puede hacerle nada, ni atreverse a injuriarla!

-¡Demonios, dices! ¡Que se joda esa…!

-¡Jódete tu!

-¡Ya basta!

Erie entró como una exhalación en el cuarto, donde Igrin y Mithrael ya estaban de pie y más que dispuestos a golpearse mutuamente, olvidándose de todo lo demás.

-Estás embarazada, Mithrael. Entiéndelo de una vez y actúa en consecuencia: ya no estás como hace dos años, ya no puedes dedicarte a peleítas sin sentido por cuestiones de orgullo y amor propio. –La aludida bajó la cabeza, avergonzada.- Y tú, Igrin, entiende que mientras estés aquí nadie va a respetar a Xie-Lan porque nadie le tiene aprecio, y todos salvo tú sabemos qué es y qué hace. Asúmelo.

Igrin bufó y salió del cuarto dando un portazo. ¡Difamarla a ella! ¿Cómo se atrevían? Pero eso lo hacían ahora… No podían retenerlo, lo sabían los tres, y por eso ellas ni lo intentaban. Y por eso, cuando se fuera, cuando llegara con ella y le entregara la joya, se vengaría… ¡Por supuesto que se vengaría! Y ella estaría tan feliz con su venganza… Si ellas la odiaban y la conocían, seguro que Ishania también sabía quiénes eran ellas, y por qué Mithrael le resultaba familiar. Cuando las destruyera ella lo recompensaría, sí. Cuando todo pasara ella por fin le prodigaría las debidas atenciones, los respetaría, lo querría…

-Pero si ya me quiere –se dijo Igrin a sí mismo.- Me quiere, lo sé.

Sin darse cuenta, alguien pasó corriendo a su lado como una flecha, casi arrollándolo a su paso. En un segundo se dio cuenta de que era Heralc, e iba gritando algo que no entendió al principió, pero sí durante las horas siguientes.

-¡Mit, llévate a Erie! ¡He visto a Alem!

-A… -Igrin llegó en ese momento al cuarto. Erie estaba pálida, y Heralc también.

-Mierda…

-Eres un torpe.

Erie chilló y luego se echó en el suelo a llorar.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡Wiii!!Qué rapidez últimamente. Mejor, mejor, me subes la moral. Pues eso, que esta muy bien...otra vez. Por cierto, evita hacer alusiones contra mi naturaleza...(¬¬)

Bueno, pues eso,q ue yo quiero saber ya quién diantres es Igrin...Ahora que empiezo a conocer personajes (bueno, más o menos) esto se hace más divertido...

Pues eso, sigue prontito.

Besos.

Anónimo dijo...

Diox Mital, eh estado trabajando 9 horas seguidas para llegar a la casa y encontrarme con esto... QUE PERFECTO ^O^!!! *grita como adolescente emocionada*

Todavia quiero saber porque odian tanto a Xie-lan o.o pero todo a su tiempo querida...

Anónimo dijo...

Espero que Xie-Lan luego este a la altura de las expectativas, peor seguro que no nos defraudas mital. n.n

Anónimo dijo...

Soy el de arriba. u.u

Linkaín Arakeist dijo...

Es un buen capítulo. Por así decirlo, Igrin me recuerda mucho a los Draconianos cuando hablan de La Reina de la Oscuridad. No se, me da esa sensación.

Solo me queda decir una cosa:

Muerte a Alem.

Mital dijo...

Qué Mary me corrija si me equivoco, pero Xie-Lan tiene ya... ¿Cuatro, cinco años? (cuatro cuatros!) Así que, en ese sentido es un personaje bastante desarrollado... Pero no nos apuremos, falta mucho para llegar hasta ella.

Igrin no es como un Draconiano en absoluto. Lo de Igrin es... distinto. Aún tienen que pasar muchas cosas.

Alem no es malo, simplemente algunas cosas le quedan muy grandes y no las puede llevar.