Compartió un último y fugaz beso con su amante antes de despedirlo, y luego puso a buen recaudo el dinero obtenido, sin tomarse la molestia de volver a vestirse. Después sacó la escalera y subió al altillo, sintiendo que su mente bullía de ideas que necesitaba plasmar sobre un pergamino rápidamente.

Y a pesar de las promesas, cuando cerró los ojos deseó que aquel que la visitaba en sueños volviera aquella noche, sintiendo una espina de culpabilidad hacia su marido, al que traicionaba en secreto con su amante de los sueños.

Llamaron a la puerta.

Quería continuar la historia que llevaba días repitiéndose en su mente con aquel varón, aquel misterioso caballero que la hacía suspirar, que la besaba con pasión, y que hacía arder la sangre en sus venas.

-¿Arti?

Se durmió pensando en su suave cabello castaño, en su piel clara y sus ojos oscuros, que la mirarían con fríos desdén al principio, camuflando el fuego apasionado con el que la abrazaría durante su secreto idilio, el que solo compartían durante las noches de sueño.

Se abrió la puerta.

Cuando la supo dormida, su astuto marido comenzó la tarea que llevaba días preparando, llevado por la desesperación y el apetito con que veía a su joven mujer, cada días más atrevida hacia otros y tan fría hacia él. Comenzó a desnudarla con secreto placer, sabiendo lo que haría y que ella jamás podría negarse gracias a la droga que ya estaría surtiendo efecto, pero sin sospechar las consecuencias que esto traería para ambos.

Arti oyó un golpe seco en el suelo, como si algo cayera, y se giró sorprendida.

-¡¡Poer el amor de Narae, Arti, ponte algo!!

-¡Vete, Dariel!

El soldado bajó la escalera hacia la planta baja torpemente pero con rapidez, mientras ella buscaba desesperada algo de ropa para ponerse.

Había olvidado que era el día de fin de año, había olvidado la cita que tenía con él. Había olvidado que una semana atrás habían acordado pasar juntos esa fecha, como hacían todos los años. Se había dejado llevar por sus ansias de escribir lo que tenía en mente, olvidándose de su mejor amigo, el único que tenía.

Se envolvió en una manta que había por allí encima y bajó hacia la planta de debajo de un salto, cayendo sobre Dariel como acostumbraba a hacer cuando él estaba allí.

-¿Puedes apartarte, por favor?

-Sí, sí, ya voy. Tengo que encontrar mi ropa.

-¿Y por qué no estás vestida?

-Estaba escribiendo.

-¿Y qué?

-¿Quieres que se me vaya la inspiración? Luego nos retrasamos con las impresiones.

-Menuda tontería. ¡No sabes la vergüenza que he pasado!

-Te recuerdo que tú también te beneficias gracias a lo que escribo.

-Preferiría no hacerlo. Es desagradable tu modo de trabajar.

-¿Ah, sí? ¿Y eso por qué?

-Cada vez me da más asco que seas tan… tan…

-¿Puta? Sí, lo soy. Gracias por el cumplido. ¿Algo más que quieras notificar, señor obviedad?

-¡Que me arrepiento de haber venido! ¡Debería haberme quedado en la garita a beber algo y reírme un poco con mis compañeros!

-¡Pues vete! ¡Así puedo yo invitar a alguien y follar un rato, que tengo ganas!

Ambos guardaron silencio y apartaron la vista, arrepentidos. Arti comenzó a vestirse.

-Si quieres tener sexo manda un mensaje a alguno de tus amantes y yo me voy antes de que venga él. –Murmuró Dariel.

-No puedo. Está casado y pasará la noche con su esposa. –Respondió ella.- Y jamás podría acostarme contigo; eres como un hermano.

Arti sonreía. El rostro de Dariel, enrojecido de ira, pareció relajarse.

-Perdona, estoy algo tenso.

-No, perdona tú. Me vuelvo irritable cuando me distraigo del trabajo.

Ambos sonrieron y volvieron a lo suyo.

La chica volvió al altillo a seguir escribiendo mientras el chico cocinaba. Al cabo de un rato comenzaron a hablar otra vez.

-La verdad es que me viene bien que Llime esté ocupado. Así, la próxima vez que lo vea me contará sus historietas con su mujer y tendré más cosas para escribir.

-¡Eres pérfida!

-¡Lo sé!

Ambos rieron.

-Yo tampoco me habría ido con mis compañeros. No quiero saber qué harán siquiera, me repugna.

-Siempre tan afectivo hacia el resto del mundo.

-Soy así.

Volvieron a reír.

-¿Beberemos algo?

-Tengo un vino por ahí guardado, en uno de los sacos.

-Vaya, vaya. ¿Cuándo te hiciste con él?

-Lo trajo un día Igrin cuando estuvo aquí.

-¿Te acostaste con él?

-¿Recuerdas “El último suspiro”?

-Oh, entiendo… Je, menudo bastardo.

-¿Por qué?

-No lo sé, pero es un bastardo. ¿No te conté que quiso matarme?

-¿Qué?

-En serio.

-Mentira.

Hicieron una pausa. Arti secó sus pergaminos con arena, limpió la pluma, y guardó sus útiles de escritura. Luego se asomó por el altillo para ver qué hacía Dariel.

-¿Qué crees que será de él?

-Quizá esté muerto. Lo buscan en todo el continente.

-¿Lo buscan? ¿Por qué?

-¿Es que no sabes nada sobre él?

-Es un ladrón que un día se coló en mi casa. ¿No te lo conté? Fue así como nos conocimos.

Dariel soltó la cuchara de palo y se echó a reír descontroladamente, incapaz de contener incluso algunas lágrimas. Apenas se contuvo cuando vio que Arti había bajado a ver qué pasaba, sentándose en el suelo para ahorrar fuerzas.

-¿De verdad no sabes nada?

-Sé eso.

-Bueno, entonces quizá algún día te cuente algo más.

-¿Y tú qué sabes?

-Lo que se puede saber cuando se es soldado y te ordenan que conozcas a todos los perseguidos.

-Vaya. ¿Te ayudo a cocinar?

Dariel se puso en pie de nuevo y comenzó a dar instrucciones sobre la comida.

-¿Por qué llamaste bastardo a Igrin?

-Por acostarse contigo. ¿Puedes cortar eso?

-Voy. ¿Y por qué? ¿Es que tú quieres?

La mujer lo miró de forma seductora. El soldado tragó y apartó la vista.

-Eres como una hermana, no puedo pensar en ti así.

-¡Estaba bromeando! Pero explícate de todos modos. ¿Por qué?

-No lo sé. Por bastardo. Quizá me da rabia o me dan celos. No lo sé.

Ella no preguntó más, y siguieron cocinando con otros temas de conversación de por medio, y cenaron con otros temas de conversación de por medio, y vieron el eclipse de luna con otros temas de conversación de por medio. Y, al acabar, mientras bebían, Arti se dio cuenta de una cosa y sonrió.

-¿Sabes qué, Dal?

-Dime, Art.

-Si no te quisiera como a un hermano seguramente me casaría contigo.

-No puedo decir que piense lo mismo.

Ella le dio un codazo y los dos sonrieron.

-Feliz año, Dal.

-Feliz año, Art.

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Happy new year, nerds.

XXX

Mital

1 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡¡Mitaaaal!!! ¿Por qué no me avisaste? ¡Me había perdido tres capitulos! ¡TRES! ¡¡Pero el especial me encanta!! Ya dije que Arti y Dariel me caen bien...creo que lo dije, ¿no?

Bueno, pues eso, que me encanta, como siempre. Y sigue prontito. Y avísame cuando lo hagas (¬¬) que tengo la memoria hecha un colador y se me van olvidando las cosas...