12.2.08

21

¡Sorpresa! Capítulo adelantado porque hoy es un día especial...

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Polvo, tierra, barro. Barro, tierra, polvo. Y sudor, bastante sudor. Y sangre, por supuesto, aunque ya solo quedaban manchas secas. Sentía asco de sí mismo, de su ropa, de su aspecto… Y se sentía inquieto.

¿Cuántos días llevaba ya…? Había perdido la cuenta, y no sabía qué hacer. Sus provisiones racionadas se acababan, su dinero no servía, los caminos eran cosa prohibida. Comenzaba a impacientarse, a aburrirse, a cansarse. Comenzaban a pasársele ideas extrañas por la cabeza, entre ellas, asaltar una caravana… Sí, estúpido, pero sabía que sería capaz de hacerlo solo. Perfectamente capaz.

Se dirigió hacia la parte de la calzada y buscó un lugar donde ocultarse, eligiendo finalmente un montón de arbustos y unas rocas. Se agazapó con cuidado, silencioso, mientras pensaba en lo fresca que estaba la noche, a pesar de que ya faltaba poco para la primavera. En un ambiente tan silencioso y apacible se volvía a relajar…

Se durmió.

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-¡Átalo de manos y pies bien fuerte, que no se pueda soltar! ¡Y amordázalo también!

-¿Atarlo, amordazarlo? ¡Estupideces! ¡Deberíamos matarlo ya mismo! ¡Es peligroso, ¿entiendes?! Pe-li-gro-so.

-Que el den por culo a lo peligroso. La recompensa es vivo, no muerto.

-¿Lo dice así?

-No, pero… Digo yo que nos pagarán más por entregarlo entero, ¿no? Después de todo es un demonio de esos…

-Si serás imbécil… ¡Que no es un demonio! ¡Que es un aether!

-¿Y eso qué? Es una mierda de bicho que come gente, eso es lo único que importa.

-Pues tú mismo lo estás diciendo: come gente, nosotros somos gente; lo matamos ahora y cobramos por el cadáver.

Aburrido ya, Igrin decidió abrir los ojos para ver quiénes discutían sobre su suerte venidera, y luego prefirió no haberlo hecho.

Eran dos kalazhi’ni armados hasta los dientes, uno más alto que el otro, y encima con emblemas de magos colgados al cuello. La fortuna en verso, oye.

Cuando los dos tipos vieron que el semibestia estaba despierto no perdieron un segundo: uno de ellos le lanzó un hechizo de parálisis, mientras el otro lo amenazaba con dos espadas cortas envueltas en llamas.

-Ni una palabra –dijo el de las espadas- o te rajo la garganta aquí y ahora, y te llevo a piezas hasta la capital. –El aceite de sus brazos goteaba sobre el tuerto.

-¡Eh! ¿Qué hacéis ahí? ¡Dejad a ese pobre tipo en paz! ¡Limkatyiren!

El hechizo surtió efecto, y pronto los dos kalazhi’ni estaban quietos como estatuas de piedra. La parálisis de Igrin remitió, permitiéndole arrancar las cabezas de sus anteriores atacantes sin dudar un segundo. Luego echó a correr.

-¿Pero qué demonios…? –El desconocido que lo había salvado seguía hablando, y lo estaba siguiendo.- ¡Eh, espera! ¡Oye! ¡Al menos dame las gracias!

-¡Tu puta madre las gracias! –replicó Igrin sin darse la vuelta, pero reduciendo la marcha.- ¿Por qué coño lo has hecho? ¿Tan bien pagan por mí?

-¿…Qué? ¿Eres prófugo?

-No me he escapado de nadie porque ni siquiera me han atrapado.

-Ah, entiendo.

-¿Y bien? ¿Entonces por qué lo has hecho? ¿vas de buena persona por la vida, ayudando al primer infeliz que te cruzas?

-No, realmente… Ver a dos matones con un pobre idiota me dio pena, y pensé que a mí no me gustaría que me lo hicieran, pero vamos, que dar las gracias no te hace daño, ¿no?

-Supongo, pero no me siento de ánimo.

Igrin se detuvo. El desconocido se acercó a él.

-¿Qué hora es?

-Bueno… no tengo aquí nada para medir la hora, pero yo diría que ya está pasada la hora de comer…

-¿Tanto dormí?

-¿Perdón?

-¿Y llevas algo de comer por ahí? –Igrin ignoró al extraño.- Tengo hambre.

-Bu-bueno, si quieres hacer una pequeña merienda aquí… Aunque quizá aún estemos muy cerca del camino…

-Da igual.- Igrin se sentó.- Sácalo y comparte si quieres que te dé las gracias.

-Como si yo fuera a recibir algo bueno a cambio… En fin –El desconocido también se sentó y comenzó a revolver su morral.

Igrin miró a su compañero. Era joven, bastante delgado, de cabello castaño y ojos marrones escondidos detrás de unas gafas de marco grueso. Se le hacía familiar. ¿Dónde lo habría visto antes?

-¿Pasa algo? –preguntó el extraño.

-¿Cómo te llamas?

El joven se detuvo unos segundos, pensativo, antes de contestar.

-Alempheius, ¿y tú?

Igrin contestó dándole un puñetazo en la cara.

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Hoy es el cumpleaños de Alempheius. ¿Alguien lo ha felicitado ya? No lo olvidéis.

Esta es la parte que no le va a gustar...

1 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Alem? Así podía pasarme yo toda la noche intentando adivinarlo...ni por asomo habría caído...

Pero también Igrin que violento, vaya, y sigue siendo un maleducado sin remedio.

Por cierto, ¿eso de cortar cabezas y matar gente tiene algún tipo de atractivo especial? Lo digo porque voy a contar todos los muertos y después haré ao para castigar a Igrin...

Bueno, te dejo que tengo qeu estudiar.

Un beso, Mit, y sigue prontito.