22.6.09

41

Yghart y Alina vivían en un cuchitril de los suburbios, algo que ni siquiera podía ser llamado “casa”, pues no era más que una mugrosa habitación con un montón de paja en un rincón, y arcón de madera ya podrido y algunos sacos agujereados. Ni siquiera había rastro de que pudieran guardar comida ahí.

-Se nota que no pagáis nada por esta mierda –había comentado Igrin al verlo, sonriendo burlón.- Hasta yo he vivido en antros más decentes.

-Gracias –había sido la educada respuesta del eunuco.- Aunque no nos quejamos. Ya sabes, donde está tu hogar...

El semibestia había sonreído ampliamente y, de un salto, se había plantado en un rincón del cuarto. Luego golpeó con fuerza una tabla del suelo, rompiéndola, y revelando el hueco lleno de monedas que se ocultaba debajo. Eran casi todas de cobre, pero la cantidad, probablemente, igualaba el peso de los tres juntos.

-Menudo par de putas retorcidas que estáis hechas. ¿Que coño hacéis sin gastar esto?

-Ese es nuestro certificado como hijos de Emet –respondió Alina, cruzándose de brazos.- Dudo que alguien antes que nosotros haya podido presentar mejores credenciales.

-Pero si aún no lo habéis usado.

-No...

-Entonces no sois más que un par de imbéciles que pierden el tiempo jugando a ser ladrones.

-¿Entonces, qué? ¿Vas a darnos clases particulares?

Todo aquello, la visita a la habitación y la conversación, había ocurrido la tarde anterior, recordaba el tuerto. Y él, mientras tanto, manchado de sangre tras la pelea, había tenido que resignarse a no comprar sus provisiones y esperar un día más.

Y ahora estaba allí, esperando su turno, paciente. Con lo mal que se le daba a él todo eso.

Avanzaba un paso. Se detenía.

Otro paso, dos, se detenía.

Un paso.

Otro.

Esperar.

Más.

Un poco.

Su turno.

Alargó el brazo. Sonrió como solía en aquellos casos. Habló clara y educadamente. Todo fue perfecto.

-¿Cuánto cuestan siete raciones de carne en salazón?

-¿E’ usté viajero? Die’ monea’ la pieza, zi compra cinco ze lo dejo en cuarenta, y do’ má’ zerían zezenta. Zezenta monea’, mushasho.

-¡Eso es un robo!

-¡Roba tu padre, jueputa! ¡Yo cobro lo que vale la ración!

-Lo siento, pero si no baja usted un poco el precio, yo...

-Ocho monea’ ca’ ración. A ezo te lo bajo.

-¡Eso no es un descuento!

-¡Ve a llorarle a la puta ‘e tu madre!

-Visto que no podemos entendernos, será mejor que me retire.

Dio media vuelta, bruscamente, y chocó con alguien. Ese alguien lo empujó, haciéndolo caer sobre el puesto, desparramándolo todo, haciendo maldecir de forma ininteligible al tendero.

-¡Tuputamadre, maricón ‘e mierda! ¡’Cagoenlamadrequeteparió! ¡No quie’ pagar y me dehtroza el negocio! ¡Recógelo tó, maricón! ¡Y me paga’ lo’ dehperdicio’!

-Se dice “desperfectos”, y ni que fuera adrede. Si el Hijo de puta este no me hubiera empujado...

-¡Hideputa tu abuela y tu padre, que te violaban de crío!

-¿¡Ah, sí!? ¡Guardias! ¡¡Guardias!!

-¡No haga’ ezo, mushasho! ¡Deja a lo’ guardia’ en pa’! Amo’ a arregla’ ehto entre nozotro’...

El tendero lo intentó, es un hecho. Pero no con suficiente ahínco, porque en seguida los dos ofendidos y ofensores comenzaron a golpearse, el uno al otro, usando lo que encontraban a mano, que venían a ser las piezas de carne de aquel puesto del mercado. Era el caos del segundo día.

-¡GUARDIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS!

Los guardias corrieron hacia la zona de la trifulca, pero cuando llegaron solo encontraron a un comprador descontento, cubierto de restos de carne, sal y sangre, con claras magulladuras en el rostro, y con intención de salir corriendo, en busca de pelea, de un momento a otro. No había rastro de su agresor.

-¡Ese hijo de puta se ha largado! ¡Suéltenme! ¡Tengo que ir a reventarle los...!

-¡A callar! –Gritó uno de los guardias, probablemente el jefe de la patrulla.- ¿Por dónde se ha ido?

-¡Por ahí se ha escapado el cabrón, como una maldita rata...! Como lo pille...

-Vosotros dos, seguid al tipo ese; no debe ser muy difícil de identificar. Y tú, rata, vas a explicarme qué coño hacías estropeando un puesto del mercado, y vas a ir sacando el dinero para pagar los daños.

-Yo me iba, porque no estoy dispuesto a pagar sesenta cobres por una mierda de carne de rata, ¿entiende? ¡Carne de rata al triple de precio de dos conejos!

-¿Dos conejos...? ¿¡Dónde!?

-En un puesto de por ahí...

-¡Tú! ¿¡No sabes que está prohibida la venta de carne de rata!?

-Zeño’, verá usté...

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-...así que me quedé ayudando al tipo a recoger el puesto con los guardias mirando y luego dejaron que me fuera.

-¿Cómo supiste que era carne de rata y todo eso?

-Dejémoslo en que he visto mundo. Y me ha tocado comer ratas.

-Anda, y a mí, pero tampoco las conozco tan bien como para reconocerla mirando los cuartos traseros.

-Es lo que hace la experiencia.

Estaban los tres en el cuchitril, Alina, Yghart e Igrin, comiendo su pequeña cena: conejo en salazón.

-Bueno, podemos decir de hoy que ha sido un día... educativo –resumió el eunuco.- Hemos aprendido que la mejor forma de robar es dejar que se engañen a sí mismos.

-Más o menos. Aunque lo mejor es contar siempre con un crío. Nada más útil.

-Ah, pero no tenemos niños.

-Pues os jodéis.

Igrin se daba cuenta, con pasmosa claridad, de cómo aquel par de ladronzuelos de mala muerte ahora lo admiraban, y todo por un plan tan simple, tan sencillo, que haría que hasta un mocoso se riera. Sencillamente, Yghart y él tenían que fingir una pelea, y Alina aprovecharía la confusión para vaciar los bolsillos de la gente de alrededor, los curiosos de turno. Habían tenido suerte, y con las ganancias recaudadas habían pagado los honorarios del “maestro” y la comida para unos cuantos días. Pero aún no era suficiente.

-¿Qué haremos mañana? –Preguntaba Alina.

-Lo mismo que hoy no será, seguro –respondió Yghart.- No es una treta que se pueda repetir, ¿verdad?

-Claro que no, gilipollas. Los trucos repetidos cantan a leguas, y a vosotros ya os conocen las caras. Mañana vais a ir vosotros dos solos, y vais a aprender a disfrazaros.

-¿Disfrazarnos...?

-Sí. Como yo.

-¿Tú...?

-Es una historia larga. –Igrin terminó de arrancar la carne de un hueso y, tras pensárselo un poco, decidió tirarlo lejos de sí.- Tú, marica sin polla, sabes hacer algo de magia, ¿verdad?

Yghart levantó las cejas al oír su nuevo apelativo. Alina respondió escupiéndole en la cara al nuevo.

-Un poco más de respeto, imbécil.

-Yo no he mentido: a él, de crío, le molaba tu hermano, así que le cortaron el rabo. ¿Me equivoco?

-Serás...

El eunuco, incapaz de contenerse, comenzó a reír a carcajadas. Con el puño apretado, Alina lo miró confusa. Igrin fue el único que no se alteró.

-Bien, no me contestes, que ya me sé yo la respuesta. En lugar de usar tus habilidades alquímicas en esa mierda de trampas, mañana vas a usarlas para hacerte pasar por mujer.

-¿Como cuando tú me confundiste con una?

-Más o menos, pero bien hecho.

-¿Y yo?

-¿Tú? Tú vas a hacer la calle.

Yghart tuvo que sujetar a Alina antes de que se abalanzara sobre Igrin. Esta vez, el tuerto también se reía.
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Muajajajajajjajajajajaja

1 comentarios:

Linkain Arakeist dijo...

... Me ha recordado a Elsubnor, en serio, en esta ocasión ha sido muy claro que Igrin puede ser pariente de Elsubnor Maleste... Si fuera una partida de rol, el Alberto llevaría a Igrin fijo xD.

Muy bueno, y entretenido, sobre todo lo del "nenuco" xD.

A esperar más.