25.5.09

40

Mercado. Tiendas, vendedoras, productos, dinero.

Mercado. Ciudad.

Mercado. Gente, niños, viejos, mujeres.

Mercado. Lo peor que podía pasarle. Pero necesitaba víveres.

Cazar ya no era una opción. La posibilidad de convertirse él mismo en presa no era precisamente agradable. Tampoco quería tener encuentros con guardias, gentuza tan ruidosa y problemática, y qué decir de... cualquier otra clase de alimaña urbana. No; definitivamente, lo mejor sería ocuparse de lo que fuera evitando cualquier tipo de disgusto, ya fuera a causarlo él, ya fuera a padecerlo en consecuencia. Sí, era lo mejor.

Mercado. Sorprendentemente, las calles no estaban tan abarrotadas como cabría esperar. La gente gritaba, sí, pero no había empujones ni tirones ni intentos de vaciar bolsillos que serían violentamente solucionados. Cada cual se ocupaba de sus asuntos, ofrecía sus productos, gastaba su dinero, gritaba, hablaba. Los guardias pasaban ocupándose de que todo fuera en orden, vigilando en silencio. Se preguntó, de pronto, si acaso aquella calma, aquel orden, tenían algún siniestro origen.

Un niño lo empujó en su carrera, jugando, huyendo de alguno de sus amigos. Su espalda encontró apoyo en la pared de un edificio de madera, adornado con un gentil cartel que exhibía su cara -su verdadera cara- y el precio que ofrecían por él. Se decepcionó sin poder evitarlo: era menos de lo que esperaba.

El sosiego y el buen humor comenzaban a irritarlo (por supuesto, no tenía nada que ver con el hecho de que ya era una presa oficial para cualquier cazarrecompensas de Aks’atar, pero no una gran presa), y su cuerpo comenzaba a pedirle sangre, un deseo nacido de la mala costumbre. Intentó paliarlo liándose a empujones con los viandantes que obstaculizaban su camino al puesto de carne, donde esperaba encontrar algunas buenas presas en salazón y, con suerte, en su propia salsa. O algún pequeño animal.

Volvió a ser empujado, esta vez por una jovencita apresurada que sujetaba con fuerza su canastillo. Quiso decirle algo, pero se mordió la lengua, recordando que quería evitar problemas. Mordió con más fuerza al recordar que deseaba sangre. Dejó de morder cuando notó que le faltaba algo. Su bolsa. El dinero.

-¡HIJA DE PUTA! ¡LADRONA DE MIERDA!

La gente que había alrededor se giró a mirarlo al ver que se lanzaba en una desesperaba carrera, sujetando con fuerza la bolsa de viaje con sus cosas, en pos de la jovencita, que a empujones luchaba por alejarse y confundirse entre la multitud. Otra conmoción aún mayor, sin embargo, apartó la atención de él y de la chiquilla.

-¡Yghart!

-¡Alina!

-¡Quietos los dos! ¡Estáis arrestados en nombre del señor Gram, gobernador de estas tierras y fiel servidor del rey Kieth, el tercero!

Cuando Igrin llegó había junto a su chica otra joven a la que estaban despojando de un montón de cuchillos que guardaba bajo las mangas y pliegues de su túnica. Su compañera gritaba y forcejeaba con el guardia que la mantenía sujeta de manos, desesperada. Pronto otro de los soldados se acercó a ella, presta la mano para dar una bofetada. Igrin vio, en ese justo instante, como de la boca de la mujer de los cuchillos salía algo blanco, pequeño, del tamaño de un diente. Pero no era uno.

Se desató el caos, con un agudo y molesto pitido por prólogo, y una nube de humo rojo como primer movimiento. Los gritos y quejidos no se hicieron esperar, pocos segundos después.

-¡¡Detenedlos!!

Igrin saltó a la nube de humo, de la que la muchedumbre huía.

Tras recuperarse del primer sonido, los oídos de Igrin sustituyeron la visibilidad que sus ojos no tenían. Sus manos pronto atraparon un brazo armado que fue cortado de cuajo por una oportuna garra, y que sirvió para engañar, sin salir del humo, a cuantos soldados se encontraban alrededor. En unos pocos segundos sus manos se llenaron de sangre, así como su ropa, su cara y su boca, pues no perdió tiempo para arrancar una mano en cuanto el puño se acercó furioso hacia él, cerrado, desnudo. Y, mientras tanto, sus oídos no perdían detalle de lo que sucedía a su alrededor.

El humo comenzó a disiparse de pronto, revelando la carne y la sangre en el suelo, los miembros rebanados y los cuerpos inertes. Uno o dos, simplemente.

Sus amigas se alejaban ya por una de las calles secundarias, sin haber llamado la atención de nadie, y con su botín recuperado. Era hora de que él se marchara también.

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Corrían por el suelo como alma que lleva el diablo. Estaban sucias, manchadas de sangre, tierra y barro. No parecían heridas, y ambas llevaban el cabello suelto, ondeando en torno a sus rostros. Un buen disfraz, sin lugar a dudas.

Igrin corría a la par que ellas, salvo que él iba por los tejados. Apoyaba las cuatro extremidades en el suelo, llevando su bolsa bien atada a la cintura, por la espalda. Se había transformado en bestia para moverse más rápido y con mayor silencio.

Por fin las vio detenerse. Sin pararse a pensar se transformó.

-Mi dulce Alina, ¿verdad? –Había saltado en silencio, sacado una de sus dagas, y abrazado por la espalda a su pequeña ladrona.- Tienes algo que me pertenece.

-¡Suéltame, cretino!

-¡Suéltala, maldito!

-¿Maldito? –La risa de Igrin nos e hizo esperar, aguda e histérica.- Esperaba algo mejor como “hijo de puta”, “demonio de mierda” o cosas así. Supongo que hoy es el día de las decepciones.

La daga besó, sedienta, el cuello de Alina.

-¿¡Qué quieres!?

-Lo que es mío. Y lo que me debéis por ayudaros con los guardias.

-¡Tú eres el que saltó a la trampa de humo!

-Porque necesitabais que cayera alguien que los distrajera mientras huíais. Ah, y sobre eso, ¿para qué tantos cuchillos, nena?

Alina e Yghart rieron ahora de buena gana, a pesar de que el filo de la daga se hundía levemente en la garganta de la primera. Igrin miró a la segunda, primero confuso, luego sorprendido.

-¡Eunuco!

-Desde los diez años, cuando dije que me gustaba el hermano de Alina.

-Fantástica forma de descubrir tu sexualidad.

-Quizá, de no haber sido una apuesta.

-Maravilloso.

Igrin soltó a Alina. La joven no tardó en esconderse tras su amigo, tapando con la mano el hilo de sangre que escurría por su cuello.

-Muy bien, estimado salvador –comenzó Yghart con sorna-, ¿qué le debemos por su ayuda?

-Sangre, sexo, dinero... mi dinero. –El semibestia levantó su bolsa con una sonrisa, ante los atónitos ojos de Alina.- No sé; divertidme.

-¿Y cómo haremos eso?

-Con la boca, por ejemplo. Soy Igrin.

-Nuestros nombres ya los sabes, así que... para ti seremos... los futuros hijos de Emet.

Yghart acercó una mano. Igrin la estrechó con fuerza.

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Wally!!! Te loveo!!!! x3 <3

I Own Number9089MillionNumbers.com


Exacto. Desde hoy dia soy el poseedor unico del numero 9089, prueba de que dicho contrato ya esta en efecto esta aqui.

Por que el numero 9089? Por que no el 9056? O el 9067 que es mas bonito? Pues, primero que nada dejo claro que no lo vendere, y segundo la razon quizas ya la conoces: Este numero el mayor que 9000.

Son pocos los seres humanos en el mundo que pueden usar un numero mayor de 9000 sin romper alguna regla de derechos de autor. Ahora yo paso a ser uno de ellos.

A que nos lleva esto? Pues, ahora que soy superior a ti, deberas dirigirte a mi como "Maestro Wallace". Eso, a menos que tengas un numero entre 9001 y 10,000, deberas dirigirte a mi como Maestro Wallace y pedir permiso antes de hablar. No me miraras a los ojos ya que es de mal gusto. Cada vez que entre al MSN tendras que decir "Buenos dias Maestro Wallace" y luego inmediatamente cerrar la ventana de conversacion, y suponer que no te voy a responder (ya que probablemente no lo hare).

Recuerda esperar 15 minutos antes de hacer cualquier otra cosa luego de dirigirme la palabra, con la esperanza de que conteste. Si te ignoro sientete afortunado, ya que no todos los ignorados por el Maestro Wallace.

No mires a mi display directamente, o te comere los sesos.

Aquel que no obedezca las reglas, recibira su castigo.

Me retiro con un video-



"La gallina tecno es mi consejera"

Mientras encadenamos suelas sobre esta triste yerba,
Y nuestras almas anhelan elevarse al espacio,
Con la libertad y gracia de algun Dios lejano,
Lo mortal e inmortal se toman la mano,
Mientras en armonia musical nos bosqueja el camino
Un adepto leal que vocifera a lo alto:
"Mantengan la musica y el ritmo divino!
Que la pasion se deslize y se lanze en gran salto!"

Y el viento suave en el calido sol nos
levanta en gran vuelo a derivar en la brisa,
entre altocumulos y torbellinos suaves,
Que envuelven la mente y calman mis manos.
Y me he dado cuenta que desde esta altura,
El amor cambia lo que entiende la vista,
Y el mundo de abajo se queda en obscuras,
Ahora que la luna se esconde en mis brazos.

Se acomodaba en un sillon, dentro de un cubiculo igualito a los otros 1354 cubiculos de la compañia. Observaba el monitor, "click clack" sonaban las teclas. Su vida no cambiaba, no habia ola alguna que se llevara lo aburrido de su existencia, y jamas salia de su cubiculo, para que? Si afuera solo habia un cielo plomizo, unas calles desiertas, y un aire que olia a viejo, que se iba y volvia pero no sentias ese cambio, ya que te acostumbras... Casi como desayunar lo mismo todos los dias, y que al final el tocino no sepa a nada. A nada mas.

Y solo habia un cielo plomizo, que no se movia de su lugar. No se movia. No se movia. No se movia. NO SE MOVIA. Se movio.

Y el protagonista generico se emprendio un viaje cuya longitud es imposible de medir con utensilios humanos. Viajo mas alla del cosmos, y miro la tierra desde lejos, y lloro y rio, y se creia sol y luna, y tocaba astros y estrellas. Y el lloraba! Y yo lloro con solo imaginarme la belleza de lo que veia y la euforia que lo dominaba! Que felicidad que felicidad que felicidad QUE FELICIDIADQUEFELICIDADQUEFELICIDAD! Y se arranco el ropaje que lo limitaba, la piel que lo sofocaba! Dejo su espiritu navegar vaga pero intensamente por la cintura cosmica que domina la galaxia, todo esto mientras los fluidos humanos se escapaban de lo poco que quedaba de su cuerpo, y se masturbaba, orinaba, lloraba y cada parte de el se exitaba y se manifestaba. RIETE! Eres inmortal! Y, y, y, Y DIOS MIO! EL HOMBRE QUE OCUPABA EL CUBICULO SEISCIENTOS SESENTA Y SIETE DE LOS MIL TRESCIENTOS CINCUENTA Y CUATRO CUBICULO HA EXPLOTADO!

Nadie llego a inmutarse por el "tragico" evento, ya que esas cosas pasan regularmente. Algun dia encontraran un suero que logre limitar la creatividad humana, pero mientras tanto solo tardaron unas horas en encontrar un reemplazo al muchacho del cubiculo seiscientos sesenta y siete de los mil trescientos cincuenta y cuatro cubiculos comunes del mundo de cielo gris, de calles desiertas, y de el aire viejo, aburrido, y rancio.

Todos derramaban sus lagrimas mientras le observaban en su caja adormecido.
Probablemente se preguntaban que podrian haber hecho para evitarlo,
o quizas se cuestionaban las razones detras de su acto. Solo creian y pensaban, pero eso ya no importaba. Ya nada importaba.
Ha... Y el que en verdad veia la razon de sus acciones, lloraba en silencio, alejado de la multitud...

...

...

Una lastima. Ya sus lagrimas, aun siendo reales, no cargaban tantos lamentos como probablemente deberian.

Me acaban de llamar del Banco de America, una señora muy amable comienza a promociar un plan de seguro que hace que en caso de que yo fallezca, el Banco de America envie dinero a mi familia, un plan sin costo alguno.

A lo que yo respondo: Si, de verdad me interesa mucho el plan... Pero tengo un pequeño problema.

Ella: Y cual seria su problema Sr. De la Cruz?

Wallace: Vera, sonara extraño, pero debido a mi composicion quimica, me es imposible fallecer en ese momento. Soy inmortal.

Ella: Ahhh... Ya veo... Y Desde cuando padece usted de esta condicion Sr. De la Cruz?

Wallace: Desde hace, aproximadamente, 500 años.

Ella: Y que edad tiene usted ahora, Sr. De la Cruz?

Wallace: 519 años.

Ella: Bueno, en esas condiciones supongo que el plan no aplica para usted. Bueno, que tenga un buen dia, Sr. De la Cruz.

Wallace: Muchas gracias.

Porque, a falta de ideas y tiempo para escribir verdaderas entradas, youtube, los amigos y otros blogs son buenas fuentes:



Frikismo humanista en estado puro. ¿Que qué es? La Eneida, Libro II.

La narración habla sobre cómo los troyanos, engañados por los griegos/aqueos/argivos, abren las sagradas puertas de su ciudad (y tan sagradas, ya que sólo podían abrirse desde dentro y la muralla, levantada por las divinas manos de Posidón y Apolo, no podía ser derrumbada) e introducen en ella al famoso caballo cargado con la flor y nata del ejército de los g/a/a. Mientras, los demás guerreros se habían escondido en la cercana isla de Ténedos, y a una señal volvieron con sus naos a las costas troyanas, para luego invadir la ciudad de los dárdanos con ayuda de sus compañeros infiltrados. Y así comienza la matanza que supone el fin de la gran ciudad de Príamo...

Lo dicho. Frikismo.

16.3.09

39

Se movía de forma intranquila, insistente. Se deslizaba entre los dos sólo para volver a su origen unos segundos después, envolviéndolo, amenazando casi con asfixiarlo, ahogarlo... O por lo menos daba esa impresión.

Angren miraba con atención. Igrin, por su parte, tenía la vista puesta en el suelo.

-Es molesto pensar que eres importante.

-Quiero irme.

-Pensar qué tan distintas hubieran sido las cosas si hubieras estado allí.

-Déjame...

-Quizá... quizá ella estaría aquí.

-No aguanto más.

-Tan solo... Ojalá... hubiera podido decirle algo más... Hacer algo... Lo que ella quería...

-Suéltame...

-¡Maldita sea! ¡Deja de quejarte como si estuviera haciéndote algo y escucha, que no quiero volver a oír quejas sobre qué teníamos que hablar después!

Kieth miró al semibestia con furia contenida. ¿Por qué tenía que volver a preguntar sobre lo que ya le había contado, con dolor y sacando fuerzas del aire, la pasada noche? ¿Por qué recordar cosas tan horribles? Más aún, ¿¡por qué demonios le estaba haciendo caso a una basura de aether artificial resucitado!?

Pero lo vio, y no era él. Igrin no lo miraba. Bajo el parche brillaba algo con luz azulada, algo que le traía recuerdos de cierto tiempo atrás, de un tesoro perdido, robado, y desaparecido por la eternidad.

Tiam, el Suspiro Violeta.

Sacudió la cabeza.

-Eh, pedazo de escoria...

No se movió cuando le habló, pero sí movió las manos cuando hizo ademán de acercarse. Parecía estar espantando moscas. Parecía atento. Hasta movía los labios.

-No más... No lo intentes más...

-Tú, cosa...

-¿Por qué? ¡No tiene nada que ver conmigo!

-Eh, eh. Quieto ahí...

-¡Lárgate! ¡Fuera! ¡Déjame en paz de una maldita vez, puta!

-¡ESTATE QUIETO!

Le bastó una garra para aprisionar los dos brazos del tuerto, que se revolvía y pataleaba, moviendo la cara como si esquivara algo, y contrayéndose de cuando en cuando como si lo golpearan. Un fuerte golpe en la cabeza bastó para acabar con la absurda pantomima.

-Por Azrun padre, que tío más imbécil... Como si yo tuviera tiempo que perder estando aquí de niñera...

Los ojos del dragón destilaban retazos del cúmulo de sentimientos negativos que le provocaba su semejante.

-Qué asco me das, tú... tú... hijo de puta.

-No sabía que los reyes pudieran hablar como les diera la gana. Ya me caes bien... pero sólo un poco.

Se había soltado o lo había soltado; eso no importa. Igrin permanecía con la cabeza apoyada entre las rodillas, sacudiéndose esporádicamente el cabello. Kieth seguía mirándolo, apartando la vista, vigilando los alrededores, y volviéndolo a mirar. Una, y otra, y otra vez.

No hablaban. No había nada que decir.

Lentamente la luz se asentaba.

-Tienes que verla.

-Eso ya lo sé.

-Tienes que encontrarla...

-¿En serio? Eso llevo intentando un par de años.

-Encontrarlas. A las dos.

-¿Las dos?

Silencio. Había demasiado que decir.

-Alguien que me odia más que tú está contigo. -Sonreía. Con la lengua notó que los dientes se le estaban afilando mucho...- Es complicado verla y esperar que se esté quieta... Se enfadó conmigo... Vale, me callo.

Kieth lo miró. Fijó su vista en él. Sólo en él.

-¿Verla...?

-No puedo decirte más o me van a pegar... -La sonrisa se mantenía. La sonrisa torcida de la cara de un loco.- ¡Está bien! Lo diré...

-Yo no te odio -interrumpió el rey, pensando en voz alta.- No puedo doiarte, por mucho que quiera, por muy cercano que fueras porque, sencillamente, no eres ellos... no eres ninguno de ellos tres. Y a uno lo odias como yo, así que... quizá puedas caerme un poco bien.

Cambiaron las tornas. Igrin escuchaba, a pesar de que poco esperaba oír.

-Tengo un problema contigo; lo sabes. No sé qué hacer. A ella la viste y te protegió, porque te quiere... por el mismo motivo por el que quisiera odiarte y matarte aquí mismo. De hecho, tengo autoridad suficiente para hacerte pedazos y que se le haga un juicio a tus restos... Eres un criminal, después de todo. Y sin embargo...

-¿Sin embargo?

-Sin embargo... ellas te han perdonado. Mary... Roalk no me dijo en ningún momento nada sobre ocuparme de ti. No me ha llegado ningún mensaje de su parte, y sé que la has visto... Hueles a ella y a Yoiko un poco, más intensamente de lo que hueles a Erie, y a otras cosas. Y así siguen protegiéndote todos... y no sé por qué.

-Quizá porque una fuerza mayor me protege.

-¿Esa mentira? Imposible.

-Esa mentira... hasta que todo acabe no me dejará morir, y teniendo en cuenta que ya he fallado...

-Eres un muerto vivo... Un verdadero muerto vivo.

-¿Ahora me tienes lástima?

-En absoluto. Disfrutaré el día que estés muerto... pero menos si es ella quien lo hace. Tendré que esperar hasta que pierdas su bendición, y entonces...

-Entonces...

Muerte.

Tragaron saliva. Uno tenía la boca seca, el otro simplemente salivaba en exceso.

-Vete... al Este. -Gruñó Igrin.- A la ciudad donde estuvieron a punto de capturarme. Donde me perdieron el rastro por primera vez.

-¿Qué...?

-Alem ya lo sabe. No sé si irá, si habrá ido, o ninguna de las dos. Lo mismo que el dije a él también te lo pued... ¡Ay! ¡Bien! ¡Te lo tengo que decir!

-¡Pues dilo!

-¡Busca a una puta marica llamada Dariel allí! ¡Es imbécil y es miembro de la guardia!

-¡Bien!

Ninguno de los dos lo dijo, pero ambos pensaron en ese momento que, para ser "marica", Dariel era el nombre de un héroe clásico.

-Ahora que recuerdo... -Voz áspera, casi gutural-. Su cumpleaños era uno de estos días, o algo así me dijo.

-¿En serio? El mío también.

Kieth se echó hacia atrás cuando de pronto el tuerto se transformó en bestia. Igrin se alejó corriendo antes de llegar a oír ningún comentario... tampoco quería. Pero el dragón tenía una voz más potente de lo que esperaba.

-¡Te lo juro! ¡Un día de estos te perseguiré y acabaré contigo, y no habra dios ni diosa ni fuerza en el mundo capaz de evitarlo! ¡Acabaré contigo!